jueves, 1 de octubre de 2009

El espectro


Don Juan observa a Juanito y ve en él tanta inocencia que casi puede compararlo con catalina, sus ojos enormes abiertos al mundo con un fervor tan profundo que casi producía terror, le revelaban a catalina, catalina, catalina, catalina, su nombre abría de repetirse durante todo el viaje a bordo del Aquitania o durante toda su vida eso aún estaba por definirse.


Su desasosiego lo atormenta, se pregunta si habría podido evitar dicha tragedia que para los medios no fue más un hecho lamentable de una familia reconocida de Washington, observa el mar y cree ver en él el rostro inocente y a la vez desinhibido de aquella mujer que lo amó sin prejuicio alguno que se quitó la máscara de niña y se convirtió en la salvaje que lo amó sobre su escritorio, sobre el de su padre y en cualquier lugar que así lo permitiese.


Mira a Juanito y a lo lejos aún se reconocen la figuras de Paco y don Saturnino que baten sus manos para despedirlos con gesto de condolencia y aún más de complicidad, podía recordar la imagen de catalina sobre el suelo, con su pequeño revolver en la mano, del cual aún sale humo, el charco de sangre alrededor de su cabeza atravesada por el disparo y el grito de Therése que estremece todo el lugar. Mira a sus amigos y cree reconocer en medio de ellos la figura de una mujer, una mujer muy joven que parece catalina pero disipa sus dudas al ver que esta no está radiante y bella sino espectrante como una muerta, ¡muerta! Y entonces recordó catalina esta muerta, las palabras de su sobrino o mejor el balbuceo que hace su sobrino en un intento por hablar lo hacen reaccionar.


Haciendo que pregunte entonces…

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